¿En qué momento sabemos que la relación ha terminado? Me enamoro, me caso, me separo y me divorcio…¿o no?
“Historia de un matrimonio» se trata de una película de la que su espectador no queda indiferente. Protagonizada por Nicole (Scarlett Johansson) y Charlie (Adam Driver) nos transmiten amor y dolor pero en partes iguales. Transitan una crónica de ruptura anunciada, un divorcio de dos personas que se quieren, y que no dejan de nutrir profundos sentimientos el uno por el otro.
«¿Puede llegar a convivir el amor con ese dolor?», sostiene Nicole. Este es un cuestionamiento que de manera continua se escucha de las personas que recurren a una práctica terapéutica buscando una especie de alivio a la agonía que se desarrolla entre dos personas que se quieren, sin que puedan continuar avanzando juntos.
Durante este siglo, ese crecimiento mutuo y compartido resulta precisamente la clave primordial en las parejas que desean continuar unidas en el transcurso del tiempo. Las actuales, son parejas que no discuten, que no se encuentran a la gresca cómo es posible verlo en “La guerra de los Rose”, pero a diferencia de ella, el sufrimiento se instaló en el corazón de la relación.
Cuando “ser solo uno” genera conflicto
El deseo de los enamorados está enfocado en convertirse en una sola alma, siempre mantenerse juntos, que sean solo él y ella, ya que el enamoramiento conlleva la entrada a un estado de simbiosis en el que cualquier amenaza hacia el amor proviene del exterior. Este es el preciso momento de la luna de miel, aunque inevitablemente los destellos rosas llegan a oscurecerse.
Y esto no es más que la evolución natural de las relaciones en su idílica fase temprana, pues vale destacar que no existe alguien que pueda vivir eternamente en una luna de miel, ya que se debe dar paso a una etapa que sea más madura, en la que el resto del mundo y de la vida se aperturan. Amigos, trabajo, aficiones, familia los esperan y no solo se trata ahora de mirar a los ojos del amado.
Trascender la barrera de la simbiosis hacia un estado relacional diferenciado suele resultar complicado, sobre todo si en esta etapa nos decimos a nosotros mismos que «estamos perdiendo», entonces estamos haciendo un mal servicio ya que salir de la simbiosis significa que podemos vernos como seres separados.
Desarrollar la capacidad de celebrar dichas diferencias, sin que sean tomadas como una especie de ataques personales, más allá de los sentimientos de decepción e incluso de amargura que conlleva, es lo que significa madurez.
Es exactamente aquí donde tiene su origen el tropiezo de Charlie y por supuesto de innumerables personas, en lo que se denomina conflicto “somos uno”; en otras palabras, en continuar considerando que los sueños propios y los deseos también son para “siempre jamás” como si se tratara de un cuento de hadas. Reflexiona Nicole: «No me veía como algo separado de sí mismo, no repara en mí».